"Nunca dormía con las demás amantes. Cuando iba a
verlas a sus casas, la cuestión era sencilla, podía irse cuando quería. Peor
era cuando ellas estaban en casa de él y había que explicarles que a medianoche
debía llevarlas porque tenía problemas de insomnio y era incapaz de dormir en
la inmediata proximidad de otra persona. Aquello no estaba muy lejos de la
verdad, pero la causa principal era peor y no se atrevía a contárselas: en el
mismo momento en que terminaba el acto amoroso sentía un deseo insuperable de
quedarse solo…” (…)Tomás se decía: hacer el amor con una mujer y dormir con una
mujer son dos pasiones no sólo distintas sino casi contradictorias. El amor no
se manifiesta en el deseo de acostarse con alguien (este deseo se produce en
relación con una cantidad innumerable de mujeres), sino en el deseo de dormir
junto a alguien (este deseo se produce en relación con una única mujer…)".
(Milan Kundera en “La
insoportable levedad del ser”)
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