Hola, tesoro.
Sabes sobradamente
que me gustaría amarte otra vez. Me gustaría poder llevarte cada día alguna
alegría, alguna grata experiencia nueva. Por eso todos los días te llevaría
algo: en unos te traería flores, en otros caramelos, en cualquiera algún buen
libro, y en demás quizás una cápsula de un nexpresso de ese capuchino que me
chifla para saborear juntos. Me gustaría que te enamoraras de mí, que finalmente
te dieras cuenta de que nadie te amaría tanto ni más como yo lo haría. Quiero
pasar el resto de mi vida contigo, porque estoy seguro de que tú eres la única
mujer que me puede dar la más grande de las alegrías: tienes la sobrada
capacidad, eres tremendamente amable y agradable, y con ello toda una suerte de
mujer. Deseo que me ames, que me entregues tu piel, porque tu roce no sólo que
pone tremendamente alegre, sino que además doblemente cachondo, y me gusta
estar y sentirme cachondo por ti. Acuérdate de mí, háblame, me gusta que lo
hagas, y me gusta saber siempre de tus cosas, aunque pienses que pueda ser una
tontería lo que tengas que decirme. Entrégate por completo, porque no me gusta
ni esperar ni hacerme ilusiones ni pajas mentales, sino por el contrario me
gusta estar seguro de que me quieres y comprobar que me lo demuestras. Cántame,
cántame esa canción que tanto te gusta: cuando lo haces no sólo me llenas de
alegría, sino que me haces sentir que de verdad me quieres. Y bésame con esa
apasionada sensualidad que te caracteriza, pues sólo tú puedes volverme cuerdo
de esa agradable locura de amor que siento por ti. Te quiero,…y tú lo sabes…
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