"Tenía al hombre que amaba en mis pensamientos; lo tenía
en mis brazos, en mi cuerpo. El hombre que busqué por todo el mundo, que marcó mi
niñez y me perseguía. Había amado fragmentos de él en otros hombres: la
brillantez de John, la compasión de Allendy, las abstracciones de Artaud, la
fuerza creativa y el dinamismo de Herny. ¡Y el todo estaba allí, tan bello de
cara y cuerpo, tan ardiente, con una mayor fuerza, todo unificado, sintetizado,
más brillante, más abstracto, con mayor fuerza y sensualidad! Este amor de
hombre, por las semejanzas entre nosotros, por la relación de sangre, atrofiaba
mi alegría. Y de este modo, la vida hacía conmigo su viejo truco de disolución,
de pérdida de lo palpable, de lo normal. Soplaba el viento mistral y se destruían
las formas y los sabores. El esperma era un veneno, un amor que era veneno...".
( Anais Nin )
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