“Ella
era la pequeña ventanita, el minúsculo agujero luminoso en mi sombría cueva de
angustia. Era la redención, el camino de la liberación. Ella tenía que
enseñarme a vivir o enseñarme a morir; ella, con su mano segura y bonita, tenía
que tocar mi corazón entumecido para que al contacto con la vida floreciera o
se deshiciese en cenizas”.
(Herman Hesse, en "Lobo estepario")
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