Por fin, ya no me cabe la menor duda: ya me puedo morir
tranquilo. Pensé que nunca te encontraría, pero después de haberte conocido, mi
vida no fue vana, y me hiciste sentir hombre, porque con tu cariño, con tu
sonrisa y con tu positividad supiste hacer de mi vida como una fiesta, a pesar
de las durezas y amarguras de todos los días.
Así que ya me puedo morir tranquilo y feliz, porque te pude
conocer, y le doy las gracias a Dios por la buena hora en la que te puso en mi
camino.
En realidad por mi paso por ese mundo, cuando empecé a
nacer fue cuando te conocí a ti, ya que alegraste mi vida, y con tu cariño
supiste hacer de ella toda una fiesta. Contigo sí que puede vivir bien. Contigo
sí que fui feliz.
Ya me podré irme muy agradecido por haberte encontrado, a
ti, mi tesoro, por lo mucho que me has amado. Gracias por todo, nuevamente.
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