(Es una parrafada que circula por internet, pero que se desconoce qué
mujer es la autora que lo escribió. Lo encontré interesante y por eso lo
comparto con vosotros, y que cada cual reflexione o juzgue como quiera):
No creo en los
matrimonios perfectos ni en esas familias que parecen salidas de un comercial
de cereales con música de fondo incluida. Creo menos en hacernos los distraídos
mientras la vida se nos torna cada vez mas vacía. No creo que estar casados sea
un hasta que la muerte nos separe aunque en el camino nos odiemos, nos matemos
a bostezos o peor aún, nos ignoremos. No creo en las mariposas permanentes
como tampoco en la queja o amargura persistente. Creo en dos personas que
deciden estar juntas con la responsabilidad que eso implica, en las
consecuencias de cada elección, en cada día. Creo en dejar pasar algunas cosas
y, sé que hay cosas que sólo pasan si se trabajan a fondo; tan a fondo como
para que nunca vuelvan a pasar. Creo en no postergar desencuentros creyendo que
solos se acomodaran. Creo en estar atento más allá del momento. Creo en el
respeto, la risa compartida y la lealtad bien entendida. Creo en la obligación
de mantener al amor vivo recordando cómo empezamos, qué nos gustaba, qué fue lo
que nos enamoró para poder, cada tanto, refrescarlo. Creo en la fidelidad por
elección más que por mandato. Creo en ser dos en un mismo camino, cada uno a su
paso, con proyectos comunes e intereses individuales. Creo en encontrarnos
tanto en abrazos como en íntimos silencios. Creo en solucionar, hablar, callar,
equivocarse, pedir perdón, compartir y pelearse. Creo en una pareja que afronta
impactos externos de la mano y cuidándose. Creo en ser equipo que reconoce en el
otro a su mejor jugador. Creo en no dormirse en alianzas metálicas ni en
hipotecas firmadas. Creo sólo en el compromiso que generan las historias
compartidas mezcladas con muchas ganas de proyectos a futuro. Creo en dar
ejemplo de amor a los hijos pero no en sacrificarse por ellos. Creo en una
pareja basada en la elección y nunca en la necesidad. Creo que llegado el
momento, es más sana una separación que vivir una pesadilla sin
despertador.
Basada en estas
creencias intento construir mi matrimonio y, por estas creencias lo luché
muchas veces. Lo sigo eligiendo porque es un matrimonio que está vivo, que
evoluciona, que me enoja, que me emociona, que me divierte, y que también me
desespera.
Y porque todavía
es más lo que me gusta que lo que me incomoda este estado civil que a veces
parece antinatural y fuera de moda. Y sobre todo, porque aún hoy, tantos años
después, la mayoría de las noches, la respiración de mi marido al lado mío
sigue siendo el mejor final para mi día.
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