En realidad nunca he estado buscando a una persona perfecta.
Desde muy jovencito me dí cuenta de que nunca iba a encontrarla, pero sí estuve
convencido de que existían unas que podían ser mejores que otras. Además, sólo
quería encontrar a alguien que no le cansara soportar mis tonterías, con la que
poder sonreír y sentirme tranquilo a todas horas, que me gustara, y además que
además de ser importante para ella, sencillamente le encantara estar conmigo. Y
para esto incluso me veía con sobradas ganas e ilusión de pagar el precio por
ello: darle y demostrarle lo mejor de mí mismo, porque sabía que para recibir
tal generosidad de dones, yo no podía ser menos generoso en lo que debía
ofrecerle, sino todo lo contrario, era consciente de que por cada alegría que
recibiera de ella, yo como mínimo debía de devolverle el doble.
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